lunes, 11 de noviembre de 2013

Nadie

No puedo dormir.
Todas las noches lo mismo, llegamos exhaustos y uno a uno vamos cayendo pesadamente en las literas. La mayoría llega con heridas en manos y pies. Todos, sin excepción, tiritamos. Me castañetean los dientes.
A los demás, creo, no suele costarles demasiado conciliar el sueño; el agotamiento es bestial. A mí sí. Los lamentos y gritos de dolor y miedo me llenan de angustia. El quejido de algún niño me llega como en estéreo y mis propias lágrimas no me dejan sumirme en el mundo de los sueños. Soñar. Ese reducto de libertad, de espacio propio y de individualismo que he descubierto en una realidad sufrida y estancada en muerte, cansancio, pesar y peste.
Tampoco me deja dormir el traqueteo incesante de 'la frase'. Esa frase, cínica, horrorosa, esculpida en la puerta por la que tenemos que pasar cada día. Sentiría furia si no fuera porque ya no puedo sentir nada.
"El trabajo libera". Taladrando mis esperanzas. Nada libera aquí dentro. Nada, salvo la muerte.

Mis tripas no dejan de quejarse, temo despertar a la chica que duerme a mi lado. Tengo mucha hambre. Todos los días nos despiertan entre aullidos y golpes. A mí aún no me han pegado. Ni siquiera me miran.
Aún así, tengo tanto miedo... todos aquí lo tenemos. Cualquiera puede ser objeto de sus burlas y de sus horas de aburrimiento.

La horca está en mitad del patio, frente a la comandancia. Cuando estiran la soga, sonríen ante nuestras miradas llenas de pavor. Nos hacen quitarnos el sombrero y desfilar delante del cuerpo sin vida de uno más. En el patio sólo se oyen risas y pasos. Risas. Pisadas. Risas. Plaf, plaf.
Yo soy... un número. 122. No tengo nombre. Los nazis me lo quitaron cuando me trajeron aquí. También soy un triángulo. De color amarillo. Soy un rostro más. Soy Nadie. Todos aquí somos Nadie. Rostros grises, sin sonrisa.
Los nazis me arrebataron a mi familia. No sé dónde están. No sé si lograron escapar. Ni siquiera sé si están vivos o muertos.
Me hubiese gustado verles una vez más.
Sé que voy a morir. Deseo morir. Ellos lo saben. Yo traté de terminar con esto, intenté ser yo quien decidiera sobre mi vida, sobre mi muerte. Tenía miedo, pero más miedo da seguir viviendo. Corrí hacia la zona que han dado en llamar "neutral". Corrí desoyendo sus gritos. Corrí acercándome al muro. Pensaba en mi madre. En mi padre. En mis hermanos. Corrí hacia el muro. Esperaba algún disparo, ya que estaba incumpliendo las normas. Esperé el tiro mortal. Pero no llegó. Seguí corriendo  hacia la verja electrificada. Sólo quería morir. Salir de aquí. Busqué mi libertad soñando la muerte.
Imagino que adivinaron mis intenciones. Yo sólo quería morir. Más tarde supe que se había dado la orden de no disparar y cortar la corriente eléctrica.

No tengo identidad. Me han robado la sonrisa y los sueños. Me hicieron saber que mi vida no era mía y sustrajeron de mi alma toda esperanza de escapar en brazos de la muerte.
Moriré sólo cuando ellos así lo deseen. O cuando mi pobre cuerpo no pueda más. Tengo miedo porque a los niños los arrojan vivos a las fosas... no sé cómo será mi muerte. He visto a tantas personas perder la vida...

Nunca más seré July, la de la calle 76. La de las coletas. La que jugaba a la peonza y salía a pasear con su perro.
Sólo soy Nadie, 12 años.
Propiedad de las SS.


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