martes, 31 de marzo de 2015

Vigilia de amor

Estanque ornamentado de estrellas,
cualidad azul del colibrí,
pincel crepuscular. 
La oscuridad serpentea despacio
y en una mano sostengo la pastilla;
en la otra, la luna.

En las pupilas las plateadas Pléyades 
grisean una mirada
que relampaguea
hacia su corazón celeste.
Y en el asfalto una lágrima,
que refleja en el centro,
un deseo de unión.

El astro sonríe colgado en el mundo,
la pastilla astringe la lengua.
Demasiado tarde. 
Una luz celosa, colérica, 
separa al amante terrestre
de la atalaya espacial.

Y
cierran los ojos
todos los insomnes que cuentan estrellas.





martes, 24 de marzo de 2015

Despropósito

Antes de zarpar somos naufragio.

Somos el cristal opaco,
la palabra de un borracho,
un caramelo de espinas.
Trapecio sostenido en seda, caparazón de carne.

Estigma del ateo.

-El amor, un verso, el silencio-

¿Qué más da?
Dame un solo motivo
para no quedarme ahora
suplicándole a la noche
un rato de intimidad.

O, mejor, cállate
y déjame
hundirme a tu lado,
                                      en un sinsentido razonable.




domingo, 22 de marzo de 2015

Beso

Se está celebrando un baile.
Lo escucho desde dentro;
mi pecho bombea música de sangre.
Comienza el desfile de máscaras.







jueves, 19 de marzo de 2015

Un día más sin ti.

Hoy vuelve a ser 19 de Marzo.
Es un día cualquiera, un día más, un día menos, en Madrid.
El cielo golpea llorando el cristal de mi ventana.
Un día más.
Un día menos.
Hasta que alguien pronuncia la palabra que para mí es un secreto desde hace cinco años.
Alguien rompe la sintonía de la rutina.
Una persona aleatoria, o quizá yo misma.
Hoy es el día del padre. Y nada tendría por qué trastocar el día. Nada.
Y menos una palabra.
Y menos un día que sólo es un día más. O menos.
El silencio a veces sólo necesita más silencio para ser silencio.
El dolor está ahí. Siempre. Y a veces sólo se necesita más dolor para desgarrar el vientre.
No cojo tu foto. No hay lágrimas ni sonrisas. No hay comidas familiares ni hay llamadas. Ni siquiera hay sol.
Y hoy, que sólo es un día más, me hallo rodeada de alboroto.
En mi habitación, entre las manos, yo sólo tengo silencio.
La fatiga que me oprime el alma se acentúa.
Si es que puede ser más grande.
Te encuentro en la barra espaciadora, en las jotas, en las úes, en las aes, en las enes.
J.U.A.N.
Te descubro bajo las siglas de un día comercial.
"El Día del Padre".
Anagrama. D.E.P.
Y, en la escena delicada, aflora mi tormento. Floreces.
Echar de menos. Aforismo del silencio.
Delirio de amor. Decadencia del tiempo.
Y yo.
Lejos.
Contigo.
En silencio.
Tu silencio.
Tú, silencio.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Sed de lágrimas

Empiezas en silencio. Los párpados se van enrojeciendo poco a poco. Tu rostro se contrae en una mueca cansada y triste. La primera lágrima se asoma temblorosa por la comisura del manantial herido. Así, despacio, atraviesa surcando tu mejilla en llamas. Despacio. Balanceándose hacia su perdición. Tu boca.
Ella sola, como el condenado al cadalso, se desliza en toda su transparencia. La miro con envidia. Una lágrima puede besar. De dentro hacia fuera. Y ella deja una estela mojada en el rostro de cera que me humilla. Una caricia carente de significado. Mi mano, emulando a una araña rencorosa, recorre el camino marcado por la traidora lágrima mientras suspiras y empiezas el compás de la siguiente. Como algo simplemente necesario, la gota de sal se desliza despacio por el mismo camino. Observo cómo se columpia divertida mientras mancha tu mejilla de dolor. La lenta agonía de la primera se repite con ella, que muere en tu boca. Llega una tercera, y una cuarta, y una quinta y una sexta y yo deduzco que los celos van a obligarme a abalanzarme sobre tus labios. La boca luce íntimamente mojada. El estómago me palpita con creciente ansiedad. Una punzada molesta recorre mi espalda. Ya no puedo soportarlo.
A la novena lágrima le hago una promesa. Y ella, fatigada, detiene el tiempo estrellándose contra tus labios. Antes que se seque, antes que tu lengua la ataque, antes que la lágrima deje de arder en tu boca, apago el fuego con mi lengua.
Tus labios se abren con desesperación, buscando una lengua, un consuelo que sólo busca una lágrima dentro del pozo infinito de los besos.
Y, mientras te consuelas en mis labios, saboreo la sal de tus ojos.

Así quisiera estar.

Suspendida sobre la levedad de una lágrima.

En la gravedad de un 'siempre'.

lunes, 9 de marzo de 2015

Ahora, ceniza

Aquí apareces. Te dije una vez que me recordabas al rayo letal que atraviesa el tronco de un roble. Tú soltaste una risotada que me hizo enmudecer de vergüenza. Sin embargo, el árbol ahora se presenta ante mí. Aunque frágil, delgado, hueco tras el impacto, la violencia del golpe no ha destrozado su dignidad. Se eleva convertido en ceniza.

Aquí apareces para desanudar aquello que compone la vida. Sacas de mi pecho un corazón podrido y lo estrujas sin piedad. Saciado, me devuelves un código disuelto en tierra.

Y yo tratando de rehacer el músculo. Salpicada la boca de barro, las manos de escarcha, los pies descalzos intactos, blancos. El órgano destrozado. Paso las noches recomponiendo fibra a fibra y las ojeras se acentúan en un rostro macilento por el que corretean cientos de hormigas enloquecidas.

No puedo sacudirme el polvo ni respirar este humo espeso y negro. Ya no puedo dormir. Y tú estás en el centro de todos los seres nocturnos que pugnan por encontrar una frágil y efímera salida entre los brazos de Morfeo.

Aquí apareces. Regresas a mi cicatriz, al triste hueco que queda entre la corteza y la carne, a rellenar la esencia misma del vacío. Y en ese vacío, que es como un lamento silencioso, vuelvo a hallarte ante mi funesta pupila.

Y, antes de desplomarse, el árbol se yergue una última vez. Imponente. Perlado de nostalgia y soledad. Centelleando, gris. No volverás a la hoguera apagada de mi lengua. Ya no hay lengua, ni brazos, ni pies, ni corazón que lata, ni sangre, ni nudo que deshacer.

Ahora sólo hay ceniza.

Y el viento nos arrastra, irremediablemente juntos, hacia el silencio de la eternidad.