miércoles, 16 de diciembre de 2015

Podemos

No, no voy a votar a Podemos porque sea una roja incurable. No voy a votar a Podemos por haberme criado en un ambiente de izquierdas. No les voy a votar porque quiera cambiar el mundo.
Voy a votar a Podemos porque tengo 24 años. Voy a votarles porque soy estudiante. Voy a hacerlo porque trabajo con refugiados y soy responsable, no del sufrimiento de esas personas, sino de no hacer nada por evitarlo.
Voy a votar a Podemos porque a mí me gusta llamar las cosas por su nombre. Prefiero decir estafa antes que crisis. Prefiero decir golfos que corruptos. Me gusta más utilizar la palabra cuchilla que concertina.
Todos somos responsables del abandono estudiantil, de que los enfermos de hepatitis no reciban tratamiento, de las devoluciones en caliente y de las TORTURAS en los CIE. Tenemos la culpa de los desahucios, de la malnutrición infantil, de la amnistía fiscal, de que nuestros compañeros de universidad se vayan a otro país, del paro.
Tú eres responsable de esto. Tienes la culpa de que te roben y de que te mientan. Tenemos la culpa de que los saharauis no puedan celebrar el prometido referéndum, también de que Israel bombardee Palestina con total impunidad.
Tú eres el culpable.
Voy a votar a Podemos. Porque hablan de problemas reales, con términos reales. Voy a votar a Podemos porque les gusta llamar las cosas por su nombre. Voy a votarles porque me han enseñado a hablar de política. Me han enseñado a hacer política. Voy a votarles porque hablan de mí, pero también porque hablan de Prince y de Fatiha. Hablan de Viola y de Henry. Hablan de Jesper y de Oscar. Hablan de mi madre y de mi hermana. De mis amigos. De Samir, de Buha.
Porque yo soy responsable de ellos. Y quiero actuar de manera responsable. Voy a votarles porque me han hecho entender que la democracia significa poder. Quiero votar a Podemos porque quiero vivir en un país que merezca la pena, un país que no me dé vergüenza, un país que mire hacia delante por todos. Un país que sienta que el inmigrante es parte de nosotros, una pieza fundamental. Que entienda que la juventud es su presente y no sólo su futuro. Un país que no nos quiera incultos, que no mate el arte. Quiero un país en el que no existan las fronteras. Una España donde se respete a las personas sin importar con quién se acuesten. Un país que no le diga a las mujeres qué deben hacer con su cuerpo. Un país que no tenga miedo. Y sé que voy a hacer bien, que ha llegado el momento de ser valiente, de ser honestos.
Voy a votar a Podemos porque nos quieren con ellos. Quieren que reconstruyamos este país nuestro juntos. Porque nos han enseñado a hacer política, a ser críticos, a ser valientes.
Porque nos han enseñado que, además de voto, tenemos voz.


viernes, 4 de diciembre de 2015

Se puede

Hace cuatro años nos dijeron que si queríamos cambiar las cosas debíamos hacerlo siguiendo las reglas de su juego. Nos dijeron que nada iba a cambiar y nos hicieron ver que pedíamos una utopía al reclamar justicia y democracia. No puedo evitar sonreír al recordar aquella plaza de Sol, mis veinte años y mis amigos despertando al cambio, abriendo los ojos a la realidad, alzando las manos y poniendo el cuerpo. No puedo evitar emocionarme al recordar las guitarras, los gritos, las charlas, las pancartas, los himnos. Los coros. El corazón de Madrid latiendo en el pecho de miles de jóvenes que reclamaban un futuro. Padres que siguen. Abuelos que veían renovado su espíritu de lucha. Madrid como ejemplo ante el mundo. Llenamos más plazas, más calles, más debates, más portadas de periódicos. Por primera vez, nos sentíamos protagonistas de nuestra historia. Habíamos plantado el germen de la resistencia.
Nos tuvieron miedo. Pavor. Trataron de amenazarnos, de echarnos. Madrid volvió a entonar el No Pasarán. Y no pasaron. Durante algún tiempo. Llegó la hora de votar. Y ellos ganaron. Ganaron unas elecciones. Daba igual. La revolución ya se intuía en nuestras sonrisas de aquel 15 de Mayo.
Porque ese día continuó latiendo en el pecho de Madrid. Contagió a España.
Seguir las reglas del juego para construir el futuro.
En esas estamos. Y nuestro futuro no se llama Manuela Carmena. No se llama Íñigo Errejón ni se llama Monedero. No se llama Nacho Murgui. Tampoco lleva el nombre de Carolina Bescansa ni de Jose Manuel López.
Ni siquiera se llama Pablo Iglesias.
Nuestro futuro no tiene apellidos. Tiene nombre de pueblo y alma de barrio. Tiene corazón de gente y el color de la ilusión.

Seguimos las reglas de su juego para poder cambiar las normas. Para terminar con la injusticia y reivindicar nuestro derecho a la alegría.
Aquel 15 de Mayo sentó las bases del cambio. Y hoy sabemos que sí, que se puede.
A por ellos.