martes, 19 de junio de 2012

Cataclismo

Octubre. En Madrid hace frío y llueve. La carretera está abarrotada. Odio los atascos. Sé que voy a llegar tarde, y sé que no me lo vas a perdonar. Yo mismo no me lo voy a perdonar. Joder, por qué no saldría antes de casa. Enciendo la radio, necesito distraerme. Después de unos temas de amor absurdos, que no me transmiten absolutamente nada, apago la maldita música. Y de nuevo el silencio. O peor, de nuevo la lluvia, ese rumor insoportable que no cesa. Después de un rato, tras dos o tres frenazos y un corte de mangas, me doy cuenta de que debería prestar más atención a la carretera. Comienzo a imaginar lo que voy a decirte. Que te quiero, que me perdones, que no lo hagas. Sé que es tarde, para todo. Entonces, y antes de permitirme un pensamiento compasivo hacia mí mismo, vuelvo a encender la radio. Ni una lágrima. Escucho un par de canciones más y maldigo el tiempo que no se detiene. Me maldigo a mí mismo por haberte perdido. Y, diciéndome que ésta es la última oportunidad que tengo, acelero, tengo que acudir a tiempo, convencerte. Por fin llego, no es tan tarde. Aparco el coche y, cuando estoy a punto de bajar, te veo con él. Sonríes. Me doy cuenta de lo mucho que echo de menos que me mires con esos ojos. Sé que tengo que dar la vuelta y marcharme, antes de complicarte aún más la vida. Por un momento arranco el coche de nuevo y estoy a punto de irme. Pero no puedo. Los celos, ese sentimiento enfermizo que tantas veces te he reprochado, me tiene pegado al asiento del coche con las manos puestas en el volante. No puedo dejar de mirarte. Me fijo en que le coges de la mano y das la vuelta. Cuando al fin decido bajar del coche, giras el rostro hacia mí de manera imperceptible y, en un segundo que se me hace eterno, niegas con la cabeza y tus ojos, que conozco bien, me dicen sedientos de lágrimas no derramadas, que se ha terminado. Has elegido. Yo pierdo.
Y el mundo se hunde bajo mis pies mientras veo como te alejas con ÉL. Mierda.

"Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
Habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?
y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?".      G. A. Béquer.