martes, 5 de noviembre de 2013

El chico de los periódicos

Me he fijado en un chico que coge el autobús todos los días a la misma hora que yo. Al principio no reparé mucho en él pero, a fuerza de verle todos los días, me he dado cuenta de que lleva gafas y siempre va de negro. También puedo estar casi segura de que estudia algo relacionado con la arquitectura o el dibujo, porque siempre lleva una carpeta enorme bajo el brazo. Tiene la mirada constantemente perdida y casi siempre se sienta en la parte de delante del autobús. Sé que se llama Pablo porque una vez otro chico (debía ser un compañero de clase) le saludó y el chico del autobús le contestó con una leve inclinación de cabeza.Y, al fijarme cada día más en él, he descubierto algo.

Los que vais a la Autónoma por las mañanas, y vayáis en autobús, a lo mejor os habéis dado cuenta de que, normalmente, hay dos o tres periódicos distribuidos por los asientos. Normalmente son El País y El Mundo. Yo suelo evitarlos porque no me apetece ir a clase ya con el disgusto de saber lo que pasa en el mundo (ni en el país); suelo afrontarlo a mediodía ya con dos o tres cafés y algo más de ánimo. Pues bien, Pablo siempre coge uno y si puede, los coge todos, pero no le suele dar tiempo. Su mecánica es subirse al autobús, sacar la cartera, picar, y buscar con la mirada uno de los periódicos para lanzarse a por él, lo coge y se sienta. Y nunca lo lee sino que lo dobla, abre con cuidado su carpeta mientras sostiene graciosamente la cartera con la boca, y lo mete dentro con cuidado. Luego se quita la cartera de la boca y se la guarda en un bolsillo del pantalón. El resto del trayecto (unos quince minutos), lo hace prácticamente sin mover un músculo. Hay días que me quedo boba mirándole imaginando que es una figura de cera.

Llevaba días tratando de averiguar qué hace con los periódicos porque estaba totalmente convencida de que no los leía.

Ahora ya lo sé.

Resulta que estamos en Noviembre y, para el que no se haya dado cuenta, hace muchísimo frío en la calle. Pablo lo sabe. Yo no. No lo sé porque duermo todas las noches en mi cama, al ladito del radiador, con una mantita y oyendo cómo el viento golpea la persiana contra el cristal. Una vez. Y otra. Y otra. En la calle hace un frío horroroso. Como Pablo lo sabe, recoge todos los días todos los periódicos que puede. No necesita leerlos porque sabe de qué va la vida. No le interesa leerlo porque le importa una mierda cuántos políticos hayan robado, que el rey vaya por su séptima operación o que el Atleti esté haciendo una gran temporada. Tampoco le interesan las manifestaciones ni las huelgas. A Pablo lo que le interesa es que no haya gente que se congele por las noches. Y al que le parezca "una gilipollez", que se pregunte si él hace algo, o si se levanta todos los días pensando en las familias que viven en el asfalto y en poder llevarles diez periódicos, o una manta o un café caliente.
Creo que no hace falta decir nada más.

Bueno, una cosa:

El otro día se le cayó un lápiz mientras sacaba la cartera para picar y yo, que estuve rápida, me agaché y lo recogí para dárselo. Entonces, mientras me daba las gracias, me fijé en que tiene una sonrisa preciosa. 

2 comentarios: