lunes, 15 de septiembre de 2014

Relevo

"Cualquier destinopor largo y complicado que seaconsta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es". J. L. Borges


-Nos reuníamos antes allí, en los futbolines, todos los domingos. Una partidita y luego ¡ale!, de bar en bar. Todos los hermanos. Los siete. Tú te quedabas por ahí sola con una coca cola. Nunca querías jugar. Aunque, claro, eras mu pequeña, ya ni te acordarás. Tu padre era el mejor,canija. Siempre nos juntábamos de pareja. Menudas palizas les metíamos a estos gualtrapas...- Mi tío Luis se queda un buen rato callado. Cierra los ojos y suspira. Cuando vuelve a abrirlos, me mira fijamente.- Ahora que eres mayor, te puedo hablar claro, ¿no? Tus tíos, una panda de caraduras. Porque antes todo mu bien; que si jugábamos a las cartas, que si íbamos al Santiago Bernabéu, lo del futbolín, los toros... todo eso lo hacíamos juntos. Hasta que metimos el puto dinero de por medio. O hasta que murió tu padre. Supongo que ambas cosas. Empezaron estos a tener apuros económicos y... Luci, tú sabes que yo no tengo ningún problema en dejar dinero y menos a mis hermanos. Empezó el Santi. Dos mil euros pa nosequé de la casa. Dijo que me los devolvería pero yo ya sabía que era a fondo perdido, canija. - Mi tío suelta una carcajada estridente que retumba en todas las paredes del bar. Mucha gente nos mira.- A mí eso me ha dado siempre igual, ya lo sabes. Y bueno, luego el Ángel decía que le iban a cortar no sé si la luz o el agua y ¡ale!, otros dos mil napos. Del tirón, ¿sabes? Y yo nunca se lo he pedío, ni pienso hacerlo. Pero coño, la partidita de los domingos... Son una panda de caraduras. Al Lolo no hay manera de sacarle de casa, está muerto en vida. ¡Muerto está! Que se lo digo to los días, pero que na, que no hay manera. Que sí, canija, que le da miedo salir a la calle por el tema ese del ictus que le dio hace años y que estuvo ahí tirao en la calle. Pa haberse matao, de acuerdo, pero joder, Luci, no me jodas. Eso no es vida. He pensao en comprarle un perro o algo pa obligarle a salir aunque sea pero, bua, al final el perro me lo voy a comer yo y no estoy pa más fregaos. El Ángel, el más listo; se casa, pasa de sus hermanos y cuando necesita pelas se acuerda del gilipollas del Luis. La Pili ya sabes cómo está, pobrecita mía, que ya no puede casi ni moverse de la cama. Estas navidades le voy a regalar una tele, que la que tiene es una mierda, tó los cables pelaos y todo mu malamente dispuesto. Yo no creo en la navidad, ¿sabes Luci? Pero un regalo o una cena entre todos pues sería lo suyo, joder. Estar todos juntos una puta noche. Yo no creo en Dios ni ná. O qué te crees. ¿Que están ahí todos los que nos han dejao bailando jotas? No no. Eso son cuentos. Tu padre me jodió la vida, ¿sabes? Se murió y me jodió la vida. Tu padre era mi hermano. El único, joder. Que no tenía un puto duro pero tampoco lo pedía, coño. Que venía a casa a verme. Nos íbamos de cubatas noches enteras. Todavía me preguntan por él. Le quería mucho por aquí la gente. Yo el que más, eso sí. Eso que te quede pero bien claro, Lucía. El muy... me jodió la vida. Me la jodió, sí.- Mi tío se gira para que yo no vea el dolor que sale de sus ojos azules. No tarda mucho en recomponerse.- Luego está el Pablo. A ése creo que ni le conoces, o le viste una vez de pequeña. Ni te acordarás. -Niego con la cabeza- Tiene mitad de la cara quemada, ¿ya te acuerdas?- Asiento enérgicamente- El muy gilipollas se quemó la cara de canijo y así se ha quedao. Ése va a lo suyo. Creo que está con una ahora. Una colombiana o no se qué. Tampoco le veo mucho. -Luis hace una breve pausa para darle un trago a su bebida. Mirando al suelo, continúa.- Del que sí me acuerdo mucho es del Pepe. Tu tío Pepe. No me mires así, canija, tú no le llegaste a conocer. No habías nacido cuando murió. Madre mía la que se armó en el hospital. Los médicos desquiciaos, te lo juro. La policía en la entrada de su habitación porque, claro, el Pepe estaba en la cárcel cuando se puso malo. Que no sabían lo que era, decían. Que no sabían, los hijos de puta. Qué hijos de puta. Le dejaron morir. De mala manera, ahí, solo. Que no podíamos entrar, que nos decían 'es peligroso'. Qué hijos de puta. Ni un abrazo le pudo dar a su madre. A tu abuela, que en paz descanse. Ni un beso. Cómo lloraba tu abuela. No te haces una idea. Yo no sé lo que debe ser pa una madre perder a un hijo. Pero, joder. Ni traspasar el umbral le dejaron. Ahí a través de un cristal. Tu padre le quería mucho, al Pepe. Se hacía querer, el muy cabrón. To el día de guasa. No sé por qué lo metieron en la cárcel. Nunca lo pregunté, y qué quieres que te diga, canija. Prefiero no saberlo. -Mi tío coge una servilleta y se suena ruidosamente los mocos. Le hace un gesto al camarero para que rellene nuestras bebidas. El camarero lo hace y mi tío le da un largo trago a la suya.- Después nos dijeron que era sida, lo que tenía el Pepe. Figúrate, el sida. No se sabía ni lo que era. Vaya jaleo se montó en el hospital. -Luis hace una pausa simbólica, casi teatral, en su discurso. La sonrisa vuelve a su rostro cuando sigue hablando- Pues yo me voy a regalar un fin de semana y me voy pa Asturias, que me lo tengo ganao. Me voy pa Asturias y seguramente vuelva casao. No te rías tanto, canija, que ya te conté que estoy con una chinita. Una chica bien maja y bien guapa. Igual me caso con la chinita. La pena es que nunca me acuerdo de su nombre. Mulan, que la llamo yo. O chinita. Chinita de mis amores. Pues como venga casao, el disgusto que se van a llevar tus tíos. Tó lo mío pa mi Mulan, coño. A tomar por culo. No te rías, canija, que lo digo en serio. Pa mi china, y pa ti, claro, eso ya lo sabes -Me guiña un ojo.- Pero de que me voy no les digas ná a estos, que no quiero que se entere nadie. Aunque, total, no creo que nadie me echase de menos hasta que les pique el bolsillo. Vaya panda. Y la cosa es que les quiero, Luci. Que son mis hermanos, cachis, que me da rabia hablar mal de ellos. Pero es que son unos interesaos. Solo miran por ellos. Primerísimas figuras. Que el Javi, el del Ángel se casó hace dos meses. Si, si, como lo oyes. Ni a la boda me invitaron. Que no me importa, canija. Que ya no espero na de nadie. La partidita de los domingos. Eso sí que lo echo de menos, que igual que te digo una cosa te digo la otra.

Mi tío, cansado de hablar, se queda callado mirando su copa casi vacía. Le digo que tengo que irme. Luis asiente, pide la cuenta, paga, y salimos despacio del bar. Su cojera se ha acentuado con el paso de los años y el alcohol ha empezado a hacer mella, con lo que tengo que agarrarle del brazo para salir. Me acompaña a la parada del autobús y nos despedimos con un abrazo. Feliz Navidad, le digo a sabiendas de que no podría decir nada más estúpido. Me sonríe y me da saludos para mi madre. Veo a mi tío alejarse calle arriba cojeando y me doy la vuelta para no verle. Llega el autobús y, antes de subirme, vuelvo a darme la vuelta y observo que aún no ha desaparecido de mi vista. La gente me empuja para subirse, estamos en hora punta en Madrid. Yo me quedo helada mirando a mi tío. Algo me ha detenido completamente. Acabo de caer en que es domingo. Alguien me insulta por tardar tanto y el autobusero me mira con cara de fastidio. Entonces, aparto a empujones a la gente que hace cola detrás de mí y echo a correr calle arriba. Sin parar. Siento que se me van a salir los pulmones por la boca. Deberías dejar de fumar, canija, me dice siempre mi tío. Sigo corriendo hasta que le alcanzo.

-Vamos a los futbolines que te voy a meter una paliza que pa qué, Luis.

Mi tío me mira. Sus ojos reflejan tal gratitud que soy incapaz de describirlo con palabras.

-¿Tú a mí, canija?

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