Cuando te conocí
era día uno.
Ahora sé
que pasas páginas,
los días que me interpongo entre tu soledad y tú,
para que no te asfixie
la sensación de lo eterno.
A mis espaldas,
mientras respiro un intenso ardor -dolor- de caricias y promesas,
tú sonríes,
y vas tachando besos del calendario.
Me envejeces en versos.
Arrancas
el último día de ese momento que fui.
Tu violento rotulador me borra de entre las páginas.
Y yo, que no consigo terminar de limpiar
un cuerpo calcado en mi cuerpo
me quedo pintarrajeada y rota
en un rincón de mi corazón.
Así,
prolongando lo inexistente,
demostrando
que eres más tiempo
que todos los demás hombres,
me arrasas.
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