viernes, 22 de mayo de 2015

Mirando al suelo

Muchas veces he escrito sobre mi padre.

Hoy me hubiese gustado empezar escribiendo cuánto recuerdo su sonrisa, sus ojos, su voz. Me hubiese gustado hablar de su risa (que extraño con todo mi corazón) y daría las manos por describir con exactitud cada pliegue de su rostro. Querría decorar una página con su gracia de derrota o su afición por las películas del Oeste. Incluso podría hablar de cuánto me molestaba a veces oír su música a todo trapo saliendo del radiocasete. Puedo recordar su olor como si le tuviera frente a mí con sólo cerrar los ojos. Escribiría con gusto sobre sus lágrimas de lector. Podría llenar páginas de cuánta falta me ha hecho estos años. Me gustaría dedicarle un beso de palabras cada día.
Pero hoy me ha ocurrido algo terrible.

Hoy me he dado cuenta de que ya no soy capaz de recordar su forma de caminar. Hoy es insoportable el dolor. Así que hoy no hay guiños a su risa, ni a sus versos (ni siquiera a los que escribía en las naranjas). No recuerdo si andaba despacio o rápido. Si iba encorvado o recto. No sé si sus pasos eran cortos o largos ni si arrastraba los pies. Lo único que está grabado en mi memoria es que siempre miraba al suelo y que solía llevar las manos entrelazadas a la espalda. Hoy el mundo sigue igual. 
Y todo ha cambiado. Y vuelves a estar en cada una de las lágrimas que se derriten en mi rostro.

Mierda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario