domingo, 29 de septiembre de 2013

Única

Esta es tu historia. No, perdón, tu Historia. Sí, la tuya, chica rubia. Tuya y solo tuya. Permite que me incluya en determinados momentos, solo voy a hablar de lo que veo. Pero da igual lo que diga. Esto es única y exclusivamente para ti, que eres única. Para ti, que vives soñando. Para ti, que dejas entrar en tu mundo a cualquiera que tenga algo bueno en su alma. Dejas entrar a cualquiera porque crees que cualquiera tiene algo bueno. Eres diferente, distinta. Eres especial en el mejor sentido de la palabra. Porque nunca has tenido un mal gesto para mí ni me has mirado por encima del hombro (aun siendo más alta). Porque por eso te quiero. Esto es para ti porque has escalado un puesto en mi corazón. Porque cuando te miro estoy a gusto. Porque sé que confías en mi. Y porque confío en ti aunque te haya dicho mil veces que eres una bocazas. Por ser la reina del duro y de las borracheras por Madrid. Porque sin ti, mis historias no serían las mismas. Porque desde hace años, eres protagonista indiscutible de los mejores momentos de mi vida. 

Y, porque, esta ciudad gris, no tendría luz si no estuvieras a mi lado para iluminarla con tus ojos. 
Te quiero, Delia.




Y, entonces, sucedió. Conocí a la persona que habría de cambiar mi vida para siempre. Era alta, rubia, delgada. Era diferente a mi. Tenía los ojos azules. No paró de hablar durante cuarenta minutos seguidos. En los momentos en los que tomaba aire, yo trataba de responder con monosílabos. No recuerdo de qué estaba hablando. Sólo pensaba en que era una persona ajena a lo que yo había conocido hasta ese momento. Confieso que no tengo predilección por la gente que habla demasiado, pero con ella fue diferente. Me cautivó. No era la típica imbécil que se dedica a darte el coñazo. Bueno, un poco. Estuve tratándola muchos años antes de que ninguna de las dos se decidiera a dar un paso más allá en nuestra relación de amistad. Colegas de parque y punto. Todo el mundo vale para tomar una copa.

Con el paso de los años, la chica rubia me fue dando poco a poco pedazos de su corazón. Pequeños trocitos que yo recogía e iba guardando. Sin darme cuenta de que ella estaba recogiendo lo mismo que me entregaba. 
Cuando quise darme cuenta, ya la necesitaba demasiado. Por eso no puedo pasar sin ella, sin verla, sin saber cómo está. Sin reírme con ella.

Nadie sobrevive con medio corazón. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario