viernes, 27 de septiembre de 2013

Percepciones

Está triste.
¿Por qué lo dices? Está sonriendo.
Por eso.

Cuando la sonrisa de una persona es triste, sabes que ha tocado fondo. Aprendes a diferenciar una sonrisa de otra. Llegas a odiar a aquel que, de forma involuntaria, deja entrever su dolor detrás de esa mueca que no es más que una máscara o una horrible sombra de lo que fue antes. Antes de la sonrisa. La sonrisa triste, claro. Porque uno no nace con esa tara, ese "defecto". No. Cuando vemos una sonrisa triste, estamos delante de alguien al que se le ha roto algo por dentro. Y no me refiero a ningún órgano. Me estoy intentando poner metafísica. Seriedad. Puede que la sonrisa triste sea un reflejo de algún fracaso. Pero, ¿quién no ha fracasado alguna vez? No. No se debe a eso.
Lo que creo es que lo peor de ese tipo de sonrisas es que nos deja asomarnos a lo que ha sido una persona "feliz" (si es que el término "felicidad" podemos usarlo hablando de personas), porque, claro, si vemos a alguien llorando no nos sentimos engañados, Vale, estás triste, ¿cómo te ayudo?

Ahora creo que una sonrisa triste no es necesariamente una máscara, no es una ofensa. No lo veamos como un insulto a nuestra inteligencia o a nuestra indudable capacidad de percepción (cualquiera puede reconocer una sonrisa triste, CUALQUIERA). Tampoco creo que se trate de un escudo; una sonrisa triste es uno de los gritos más potentes, desgarradores y terroríficos que existen. Y, encima, tienen la peculiaridad de que son gritos absolutamente inofensivos y silenciosos ("al viento le digo por si el viento quiere oírme", que decía mi padre). También son involuntarios. Salen solos. Nadie puede fingirlos. Por eso dan tanto miedo. Notamos algo dentro (si, otra vez en plan metafísica, guarros) que nos llega y nos remueve mucho más que un grito agónico (que, al final, es eso; un grito agónico).

Me he puesto a reflexionar sobre esto porque últimamente veo muy a menudo esa sonrisa. Es alguien muy importante para mí y lo único que deseo es transformarla en una risa real, sincera, limpia. Pero, ¿no es esa una forma sutil de disfrazar el miedo? No quiero mirar esa sonrisa, no quiero verla. Pero quiero verla. A veces me digo que menudas estupideces se me ocurren, que estoy gilipollas. Pero luego, vuelvo siempre al mismo punto. A su sonrisa y, por ende, a su tristeza.
En lugar de temer, despreciar e incluso odiar esa sonrisa, tenemos que convivir con ella. Aceptarla. Cuando veas de lo que te estoy hablando (en el caso de que se me esté entendiendo, que creo que no), cuando alguien te muestre esa parte de sí, ten presente que le acompañará toda la vida. No será la única, claro. Pero cuando menos te lo esperes...ZAS. Piensa solo que el origen del miedo que nos genera es el pensar No comprendo por qué en lugar de buscar consuelo, no dejas adivinar lo que estás sintiendo, ¿por qué me mientes? Y eso es un error.

Una sonrisa triste es una de las formas de expresión más sinceras que he visto en mi vida.

Perdón por rizar el rizo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario