lunes, 20 de julio de 2015

Lucía

Treinta años de alegría y corazón. Treinta años de sueños y paseos en Madrid. Treinta años de lágrimas y esperas. Treinta años que te envuelven en un espejo que refleja la imagen de una mujer que se escapa siempre de mi lado para continuar cumpliendo sus sueños. Con cinco años, me abrazaste por primera vez. Con ocho, bailabas en los escaparates y me contagiabas tu risa. Con doce años, paseos en bicicleta y pueblos de la sierra. Con quince años, salidas de tono en una casa compartida de esperanza y futuro. Con dieciocho, un nuevo porvenir y nuevas ilusiones. Con veintipocos, Roma y amor. Después, vino el miedo.
Logramos escapar juntas y volver a contagiarnos de sonrisas y sueños. Empapadas de recuerdos dolorosos. Tu mano aferrada con fuerza a los recuerdos más alegres secaba mis lágrimas y las tuyas desde dentro.
Después, vinieron Berlín y el frío.
Llegamos juntas hasta el Sáhara y compartimos aquel silencio de estrellas que no olvidaré nunca.
Dicen que Lucía significa luz. Y eres luz. El nombre que te adorna engalanando tu risa de astros iluminados en los enormes ojos oscuros. Terremoto de alegría que brota en cada paso doloroso que has tenido que dar.
Con treinta años, estás lejos. Y mi voz no te toca.

Eres no sólo mi hermana. También eres mi madre y mi amiga. La persona a la que más admiro en el mundo y a quien me gustaría calcarle la risa y el valor.

Nunca treinta años estuvieron tan orgullosos. Te quiero, hermana.

"No puedo olvidar
que no tengo alas,
que no tengo mar,
vereda ni nada
con que irte a besar"





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