sábado, 2 de abril de 2016

Miguel

Esta insípida poesía,
Carroña infame de lo que escribieran otros
Late en mis dedos
Inexperta y grisácea
Como el olivo
Como los pantanos de mis oraciones
Y los brotes de ceniza de los árboles cansados.
Se baña en mis murmullos
Se duerme en mis silencios
De arroyo y tinta y sueño
Se lame de mi sangre
Y torpe, lento remolino de hojarasca
Sales de mis manos
De mi pecho
De donde ya no estás y yo quisiera.

Convencida ahora de la soledad del verbo
Y sin una sola línea en el papel
Caería toda yo en tus manos
Todo mi acento en tus sueños
Mis acciones de acobardado, celoso orgullo
Caerían encendidas al calor de tu sangre.
Todas las lágrimas de mi condición
Derramadas, azules, sobre ti
Pararía mi corazón de arcilla
-tal vez, sólo un segundo-
Para dejarnos de palabras
Y que ese latido se nos arroje eterno
Y te seduzca mi pecho
Para que escuches el nombre
-tu nombre-
Que es todos los nombres
Y la única poesía de mi vida.

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