jueves, 8 de enero de 2015

Álvaro y el mar

El niño mira hacia el mar con la seguridad de que las olas no podrán tragarle. Sus ojos, azules como un cielo despejado, se oscurecen cuando mira las profundidades del océano. Sus bracitos permanecen aferrados a las caderas de su madre. Una sonrisa blanca asoma en un rostro bañado por los rayos del atardecer y el niño respira desde su sonrisa la sal que empapa sus mejillas.
Su madre le observa con inmenso cariño y palmea la espalda del pequeño para que se acerque a la orilla. 
La escena es silenciosa. El niño se acerca y baña sus pies descalzos en el mar. La olas rugen desde algún lugar alejado de la costa donde vienen a morir. Sabe este niño que su vida estará ligada al mar que roza ahora su vientre, pues el pequeño ha ido sumergiéndose en el agua que, cálida, lame su blanco cuerpo. Respira muy fuerte y coge aire para enfrentarse a hundir la cabeza y sus rubios rizos en el agua. Su madre le observa sonriendo desde la orilla y él, cuando saca de nuevo la cabeza, antes de limpiar sus ojos de restos de tierra, agua y sal, la saluda riendo sin parar. 
El niño ahora es mayor. El mar siempre ha estado presente en sus sueños, en su vida. Quizá la primera escena no fue realmente como yo he relatado. Quizá fue muy diferente. Me gusta imaginarme que su amor por el mar surgió así, que fue un amor a primera vista. 
Ahora las cosas han cambiado. Ahora su madre no le mira desde la orilla y él corre hacia las olas que rugen en el corazón del mar. Ahora él rompe las olas. 
Sé lo que es una pasión, algo sin lo que no podrías vivir, o algo sin lo que la vida se convertiría en un espejismo demasiado largo y tedioso de sobrellevar. A mi amigo le apasiona el mar, el surf. 
Sé que mi amigo ya no es ese niño, aunque conserve sus ojos igual de claros que entonces y su sonrisa igual de sincera. Las olas del mar le han hecho fuerte, las olas de la vida quizá le debilitan. Marinero en tierra, que decía Machado. Que no te venza la mala suerte, que no te gane la vida. Sigue siendo tú mismo cada día, cada paso, sigue recibiendo las acometidas de la vida como lo has hecho siempre, sigue rompiendo las olas y sigue haciéndolo con esa gran bondad y con esa energía que sólo tú tienes. No dejes que gane el mar. No dejes que el cielo se vuelva oscuro sobre tu cabeza y sortea los obstáculos de la vida con calma y paciencia. Sigue adelante porque vamos a seguir a tu lado. Sigue. Siempre adelante. Gírate y sonríe. Nosotros vamos a estar siempre esperándote en la orilla.

1 comentario:

  1. Al principio pensaba que esto era producto de tu instinto materno incipiente jajaja.

    TalaveraX :)

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